viernes, 13 de noviembre de 2009

EL CUENTO DEL DÍA......




Hace mucho tiempo hubo un hombre que tenía preciosas casas, tanto en la ciudad como en el campo, cubiertos de oro y plata, muebles labrados, y sus coches todos dorados. Pero desgraciadamente este hombre tenía la barba azul, lo que lo hacía verse tan espantoso y tan terrible, que toda mujer, joven o adulta, corría alejándose de él.
Una de sus vecinas, una dama de gran calidad, tenía dos hijas que eran perfectas bellezas. Él le pidió a una de ellas por esposa, dejando que ella decidiera a cual le encomendaría. Ninguna de ellas quería aceptarlo, y lo mandaban de aquí para allá, de una a la otra, ninguna capaz de adaptar su mente a estar casada con un hombre que tiene una barba azul. Otra cosa que las hacía adversarlo fue que él ya se había casado siete veces, y nadie sabía que había sucedido con sus anteriores esposas.
Barba Azul, para ser mejor apreciado, las invitó, junto con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, y alguna gente de la vecindad, a pasar una semana entera en uno de sus sitios campestres.
Allí, no había otra cosa más que bellas fiestas de placer, cacería, pesca, danza, y alegría en toda actividad. Nadie se acostaba temprano, y pasaban la noche probando como verse mejor. En resumen, todo tenía tanto éxito que la más joven de las hijas, subyugada por tanta riqueza, comenzó a pensar que la barba del dueño de la casa no era tan azul, y que él era un hombre muy caballeroso. Así que cuando regresaron a casa, se efectuó la boda.
Como un mes después Barba Azul le dijo a su esposa que se sentía obligado a hacer un viaje por el país de por lo menos seis semanas, ya que eran negocios de gran importancia. Él le deseó que se divertiera bien durante su ausencia, llamara a sus amigas, fueran de nuevo al campo si lo quisiera, y que viviera bien dondequiera que ella se encontrara.
-"Aquí"- dijo él, -"están las llaves de las dos grandes bodegas donde tengo mis mejores valores: éstas son del cuarto donde guardo mis platos de oro y plata, que no uso a diario; éstas abren mis cajas de seguridad, que contienen mi fortuna, tanto de oro como de plata; éstas son de mis cofres de joyas; y ésta es la llave maestra de todos mis apartamentos. Pero esta llave pequeñita, es la llave del cuarto que está al final de la galería, en el segundo piso. Puedes usar todas y abrir cuanto quieras, pero en cuanto a la pequeñita del cuarto al final, te prohibo rotundamente que la uses, y te prometo con todo rigor, que si la usas y lo abres, no hay nada que no puedas esperar de mi enojo.
Ella prometió obedecer exactamente todas sus órdenes, y él, después de abrazarla, montó en su coche iniciando su viaje.
Sus vecinas y buenas amigas no esperaron a que la recién casada joven las llamara para ir a visitarla, pues muy grande era su impaciencia por ver todas las riquezas de la casa, a la que no se atrevían a ir mientras su esposo estuviera allí, pues su barba azul las atemorizaba.
Sin perder tiempo ellas revisaron todos los cuartos, gabinetes, armarios, mesas, muebles, que eran todos tan finos y ricos, que cada uno parecía sobrepasar a los otros. Luego pasaron a las bodegas, donde estaban los mejores y más ricos muebles, y no dejaban de admirar suficientemente las alfombras, camas, tapicería, mesas y sillas, y grandes espejos para verse de cuerpo entero. Algunos de estos espejos tenían marcos de cristal, otros de plata o de oro, lo más bello y magnífico nunca visto.
Ellas no cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga, quien mientras tanto, no estaba tan interesada en mirar todas esas ricas cosas, sino que estaba toda impaciente en ir y abrir el último cuarto en el segundo piso, el prohibido. Su curiosidad aumentaba rápidamente, y sin considerar lo incorrecto que era dejar abandonadas a sus amistades, corría por las escaleras tan exitada que dos o tres veces tropezó a punto de romperse algún hueso, hasta que llegó a la habitación. Al frente de la puerta se quedó quieta por unos momentos, meditando sobre la orden que le había dado su esposo, y pensando en la infelicidad que le traería como consecuencia su desobediencia, pero la tentación era tan enorme que no pudo desecharla. Entonces tomó la pequeña llave y abrió la puerta, toda temblorosa. Al principio no veía nada pues las cortinas estaban cerradas. A los pocos segundos comenzó a percibir la presencia de siete cuerpos de mujer muertas, repartidas en el piso. (Esas eran las esposas anteriores de Barba Azul, con quienes se había casado, y luego asesinado a causa de su desobediencia a sus órdenes de no abrir el cuarto prohibido.) Ella pensó que seguramente moriría de pánico, y la llave, que había quitado de la cerradura, cayó de sus manos.
Una vez recuperada del golpe emocional, recogió la llave, cerró la puerta y regresó a su habitación a arreglarse, pero no sentía alivio, pues estaba aterrorizada.
Habiendo observado que la pequeña llave se había manchado, ella trató varias veces de limpiarla, pero la mancha no se iba. En vano la lavó, e incluso la restregó con jabón y arena. La mancha permanecía, ya que era una llave mágica que jamás podría limpiar. Cuando la mancha se quitaba de un lado, volvía por otro.
Barba Azul retornó de su jira esa misma tarde, y dijo que había recibido un mensaje en el camino de que el negocio que iba a tratar, había concluído a su favor anticipadamente. Su esposa hizo todo lo que pudo para convencerlo de que esta muy feliz con su pronto retorno.
A la mañana siguiente le pidió a ella las llaves, quien se las dió, pero con una mano tan temblorosa que a él no le quedó duda de qué había pasado.
-"¿Cómo es que la llavecita de mi cuarto al fondo, no está entre todas estas?"- preguntó.
-"Seguramente"- dijo ella, -"la dejé arriba sobre la mesa."-
-"No falles"- dijo Barba Azul, -"en traérmela efectivamente."-
Después de varios intentos por evadir el asunto, ella se vio forzada a entregarle la llave. Barba Azul, habiéndola examinado, le dijo:
-"¿Cómo llegó esta mancha a la llave?"-
-"No lo sé."- respondió la pobre mujer, más pálida que un papel.
-"¡Que no lo sabes!"- replicó Barba Azul. -"Yo lo sé muy bien. Deseaste entrar al cuarto prohibido. Muy bien señora, vas a entrar allí también, y tomar tu lugar entre las damas que ya viste."-
Ella se lanzó llorando a los pies de su esposo, y le rogó la perdonara, con todos los signos de un verdadero arrepentimiento por su desobediencia. Ella podría haber derretido hasta una roca, tan tierna y tan triste que estaba, pero Barba Azul tenía un corazón mucho más duro que una roca.
-"Tendrás que morir, señora"- dijo él, -"y ya de una vez."-
-"Ya que debo morir"- contestó ella, mirándolo con sus ojos todos inundados de lágrimas, -"dame un poco de tiempo para decir mis oraciones."-
-"Te daré un cuarto de hora, pero ni un momento más."- replicó Barba Azul.
En cuanto estuvo sola, llamó a su hermana, y le dijo:
-"Hermana Ana"- cual era su nombre, -"ve arriba, te lo imploro, a la cumbre de la torre, y mira si nuestros hermanos vienen. Ellos prometieron que hoy vendrían, y si los ves dales una señal de que se apresuren."-

Su hermana Ana subió a la torre, y la pobre afligida esposa de vez en cuando gritaba:
-"Hermana Ana, ¿ves a alguien llegando?"-
Y la hermana Ana contestaba:
-"No veo nada más que el sol, algo de polvo, y los verdes pastos."-
Mientras tanto Barba Azul, sosteniendo un gran sable en sus manos, le gritaba a su esposa, tan alto como podía:
-"¡Baja inmediatamente, o yo iré allá por tí!"-
-"Sólo un momento más, por favor."- decía su esposa, y entonces gritaba suavemente -"Ana, hermana Ana, ¿ves a alguien llegando?"-
Y la hermana Ana respondía:
-"No veo nada más que el sol, algo de polvo, y los verdes pastos."-
-"¡Baja rápido!"- gritaba Barba Azul, -"¡o yo iré allá por tí!"-
-"¡Ahí voy"- contestaba ella, y de nuevo gritaba:
-"Hermana Ana, ¿ves a alguien llegando?"-
-"Ahora veo"- replicó Ana, -"una gran polvareda, que viene de este lado."-
-"¿Serán nuestros hermanos?"-
-"¡Oh, no, hermana!, es una manada de ovejas"-
-"¿No vas a bajar?"- gritaba Barba Azul.
-"Sólo un momento."contestaba su esposa. -"Hermana Ana, ¿ves a alguien llegando?"- gritaba por otro lado.
-"Yo veo"- dijo la hermana, -"dos hombres a caballo, pero un poco distantes."-
-"Bendito sea Dios"- replicaba la pobre esposa y con mucho gozo, -"son nuestros hermanos. Les haré una señal lo mejor que pueda para que se apuren."-
Entonces Barba Azul vociferó tan tremendamente que hizo temblar a todo el edificio. La sentenciada esposa bajó y se postró a sus pies, toda en lágrimas, con su cabello sobre sus hombros.
-"Nada de eso te ayudará"- dijo Barba Azul, -"debes morir."-
Entonces, levantándola por el cabello con una mano, y elevando su espada en el aire con la otra mano, estaba ya a punto de cortarle la cabeza. La pobre dama, volviéndose hacia él, y mirándolo con lastimosos ojos, le pidió le concediera unos pequeños instantes para sus pensamientos.
-"¡No, no!"- dijo él, -"encomiéndate ya a Dios."- y de nuevo levantó su brazo.
En ese momento se escuchó tan gran escándalo y golpeteo en la puerta principal, por lo que Barba Azul paró de inmediato. La puerta fue abierta, y bruscamente entraron dos jinetes, quienes, espada en mano, se dirigieron directamente a Barba Azul. El reconoció que eran los hermanos de su esposa, uno un soldado de caballería, y el otro un mosquetero. Él quiso huir rápidamente, pero los hermanos lo seguían tan cerca que lo alcanzaron antes de que llegara al portal. Ellos blandieron sus espadas contra su cuerpo, y lo dejaron muerto. La pobre esposa estaba casi tan muerta como su esposo, y no tenía fuerzas suficientes para levantarse y dar la bienvenida a sus hermanos.
Barba Azul no tenía herederos, así que su esposa pasó a ser la poseedora de todos sus bienes. Ella usó una parte para ayudar en la boda de su hermana con un joven caballero que la amaba desde hace un largo tiempo, otra parte para ayudar a sus hermanos en sus carreras militares, y el resto para su propia boda con un noble y gentil caballero, quien la hizo olvidar el horrible pasado con Barba Azul.

lunes, 26 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL DÍA...

Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:

-Mis hermanos, decía, podrán ganarse la vida convenientemente trabajando juntos; lo que es yo, después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito con su piel, me moriré de hambre.El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio y pausado:-No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis.Aunque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse socorrido por él en su miseria.Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendiéndose en el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.Muy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo:-He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor marqués de Carabás (era el nombre que inventó para su amo) me ha encargado obsequiaros de su parte.-Dile a tu amo, respondió el rey, que le doy las gracias y que me agrada mucho.En otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en él entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. Fue en seguida a ofrendarlas al rey, tal como había hecho con el conejo de campo. El rey recibió también con agrado las dos perdices, y ordenó que le diesen de beber.El gato continuó así durante dos o tres meses llevándole de vez en cuando al rey productos de caza de su amo. Un día supo que el rey iría a pasear a orillas del río con su hija, la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo:-Sí queréis seguir mi consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que bañaros en el río, en el sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás.El marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qué serviría. Mientras se estaba bañando, el rey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas:-¡Socorro, socorro! ¡El señor marqués de Carabás se está ahogando!Al oír el grito, el rey asomó la cabeza por la portezuela y reconociendo al gato que tantas veces le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran rápidamente a socorrer al marqués de Carabás. En tanto que sacaban del río al pobre marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al rey que mientras su amo se estaba bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado ¡al ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido debajo de una enorme piedra.El rey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de sus más bellas vestiduras para el señor marqués de Carabás. El rey le hizo mil atenciones, y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y bien formado, la hija del rey lo encontró muy de su agrado; bastó que el marqués de Carabás le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó locamente enamorada.El rey quiso que subiera a su carroza y lo acompañara en el paseo. El gato, encantado al ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos campesinos que segaban un prado, les dijo:-Buenos segadores, si no decís al rey que el prado que estáis segando es del marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.Por cierto que el rey preguntó a los segadores de quién era ese prado que estaban segando.-Es del señor marqués de Carabás, dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato los había asustado.-Tenéis aquí una hermosa heredad, dijo el rey al marqués de Carabás.-Veréis, Majestad, es una tierra que no deja de producir con abundancia cada año.El maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y les dijo:-Buena gente que estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al marqués de Carabás, os haré picadillo como carné de budín.El rey, que pasó momentos después, quiso saber a quién pertenecían los campos que veía.-Son del señor marqués de Carabás, contestaron los campesinos, y el rey nuevamente se alegró con el marqués.El gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba; y el rey estaba muy asombrado con las riquezas del señor marqués de Carabás.El maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo dueño era un ogro, el más rico que jamás se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran dependientes de este castillo.El gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de quién era éste ogro y de lo que sabia hacer, pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió en la forma más cortés que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.-Me han asegurado, dijo el gato, que vos tenias el don de convertiros en cualquier clase de animal, que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.-Es cierto, respondió el ogro con brusquedad, y para demostrarlo, veréis cómo me convierto en león.El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un santiamén se trepó a las canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para andar por las tejas.Algún rato después, viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó y confesó que había tenido mucho miedo.-Además me han asegurado, dijo el gato, pero no puedo creerlo, que vos también tenéis el poder de adquirir la forma del más pequeño animalillo; por ejemplo, que podéis convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.-¿Imposible?, repuso el ogro, ya veréis; y al mismo tiempo se transformó en una rata que se puso a correr por el piso.Apenas la vio, el gato se echó encima de ella y se la comió.Entretanto, el rey que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo al rey:-Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor marqués de Carabás.-¡Cómo, señor marqués, exclamó el rey, este castillo también os pertenece! Nada hay más bello que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por favor.El marqués ofreció la mano a la joven princesa y, siguiendo al rey que iba primero, entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se habían atrevido a entrar, sabiendo que el rey estaba allí.El rey, encantado con las buenas cualidades del señor marqués de Carabás, al igual que su hija, que ya estaba loca de amor, viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, después de haber bebido cinco o seis copas:-Sólo dependerá de vos, señor marqués, que seáis mi yerno.El marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el rey; y ese mismo día se casó con la princesa. El gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras las ratas sino para divertirse.

MORALEJA
En principio parece ventajosocontar con un legado sustanciosorecibido en heredad por sucesión;más los jóvenes, en definitivaobtienen del talento y la inventivamás provecho que de la posición.

sábado, 24 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL DíA....

EL RUISEÑOR Y LA ROSA






Ella me prometió que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas —murmuró el Estudiante—; pero en todo el jardín no queda ni una sola rosa roja.
El Ruiseñor le estaba escuchando desde su nido en la encina, y lo miraba a través de las hojas; al oír esto último, se sintió asombrado.
—¡Ni una sola rosa roja en todo el jardín! —repitió el Estudiante con sus ojos llenos de lágrimas—. ¡Ay, es que la felicidad depende hasta de cosas tan pequeñas! Ya he estudiado todo lo que los sabios han escrito, conozco los secretos de la filosofía y sin embargo, soy desdichado por no tener una rosa roja.
—Por fin tenemos aquí a un enamorado auténtico —se dijo el ruiseñor—. He estado cantándole noche tras noche, aunque no lo conozco; y noche tras noche le he contado su historia a las estrellas; y por fin lo veo ahora. Su cabello es oscuro como la flor del jacinto, y sus labios son tan rojos como la rosa que desea; pero la pasión ha hecho palidecer su rostro hasta dejarlo del color del marfil, y la tristeza ya le puso su marca en la frente.
—El Príncipe da el baile mañana por la noche —seguía quejándose el Estudiante—, y allí estará mi amada. Si le llevo una rosa roja bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja la estrecharé entre mis brazos, y ella apoyará su cabeza sobre mi hombro, y apoyará su mano en la mía. Pero como no hay ni una sola rosa roja en mi jardín, tendré que sentarme solo, y ella pasará bailando delante mío, sin siquiera mirarme y se me romperá el corazón.
—Este sí que es un auténtico enamorado verdadero —seguía pensando el Ruiseñor—. Yo canto y él sufre; lo que para mí es alegría, para él es dolor. No cabe duda que el amor es una cosa admirable, más preciosa que las esmeraldas y más rara que los ópalos blancos. Ni con perlas ni con ungüentos se lo puede comprar, porque no se vende en los mercados. No se puede adquirir en el comercio ni pesar en las balanzas del oro.
—Los músicos estarán sentados en su estrado —decía el Estudiante—, y harán surgir la música de sus instrumentos, y mi amada bailará al son del arpa y el violín. Ella bailará tan levemente, que sus pies casi no tocarán el suelo, y los cortesanos, con sus trajes fastuosos, formarán corro en torno suyo para admirarla. Pero conmigo no bailará, porque no tengo una rosa roja para darle.
Y se arrojó sobre la hierba, y ocultando su rostro entre las manos, se puso a llorar amargamente.
—¿Por qué está llorando? —preguntó una lagartija verde que pasaba frente a él con la cola al aire.
—¿Sí, por qué? —murmuraba una margarita a su vecina, con voz dulce y tenue.
—Está llorando por una rosa roja —explicó el Ruiseñor.
—¿Por una rosa roja? —exclamaron las otras en coro. ¡Qué ridiculez!
La lagartija, que era un poco cínica, se puso a reír a carcajadas. Sólo el Ruiseñor comprendía el secreto de la pena del Estudiante y, posado silenciosamente en la encina, meditaba sobre el misterio del amor.
Por último, desplegó sus alas oscuras y se elevó en el aire. Cruzó como una sombra a través de la avenida, y como una sombra se deslizó por el jardín.
En medio del prado había un magnífico rosal, y el Ruiseñor voló hasta posársele en una de sus ramas.
—Necesito una rosa roja —le dijo. Dámela y yo te cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su ramaje.
—Mis rosas son blancas —le contestó—, como la espuma del mar y más blancas que la nieve de la montaña. Pero ve donde mi hermana que crece al lado del viejo reloj de sol, y puede ser que ella te proporcione la flor que necesitas.
El Ruiseñor voló hacia el gran rosal que crecía junto al viejo reloj de sol.
—Dame una rosa roja —le dijo—, y te cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su follaje.
—Mis rosas son amarillas —contestó—, tan amarillas como el cabello de la sirena que se sienta en un trono de ámbar, y más amarillas que el Narciso que florece en el prado. Pero anda a ver a mi hermano, que crece al pie de la ventana del Estudiante, y quizás él pueda darte la flor que necesitas.
El Ruiseñor voló entonces hasta el viejo rosal que crecía al pie de la ventana del Estudiante.
—Dame una rosa roja —le dijo—, y yo te cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su follaje.
—Rojas son, en efecto, mis rosas —contestó—; tan rojas como las patas de las palomas, y más rojas que los abanicos de coral que relumbran en las cavernas del océano. Pero el invierno heló mis venas, y la escarcha marchitó mis capullos, y la tormenta rompió mis ramas y durante todo este año no tendré rosas rojas.
—Una rosa roja es todo lo que necesito —exclamó el Ruiseñor—; ¡sólo una rosa roja! ¿No hay manera alguna de que la pueda obtener?
—Hay una manera —contestó el rosal—, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtela.
—Dímela —repuso el Ruiseñor—. Yo no me asustaré.
—Si quieres una rosa roja —dijo el rosal—, tienes que construirla con tu música, a la luz de la luna, y teñirla con la sangre de tu corazón. Debes cantar con tu pecho apoyado sobre una de mis espinas. Debes cantar toda la noche, hasta que la espina atraviese tu corazón y la sangre de tu vida fluya en mis venas y se haga mía.
—La propia muerte es un precio muy alto por una rosa roja —murmuró el Ruiseñor—, y la vida es dulce para todos. Es agradable detenerse en el bosque verde y ver al sol viajando en su carroza de oro y a la luna en su carroza de perlas. Es muy dulce el aroma del espino, y también son dulces las campanillas azules que crecen en el valle y los brezos que florecen en el collado. Sin embargo, el Amor es mejor que la vida, y, por último, ¿qué es el corazón de un ruiseñor comparado con el corazón de un hombre enamorado?
Y, desplegando sus alas oscuras, el ruiseñor se elevó en el aire, cruzó por el jardín como una sombra, y como una sombra se deslizó a través de la avenida.
El Estudiante seguía echado en la hierba, como lo había dejado; y las lágrimas no se secaban en sus anchos ojos.
—¡Alégrate! —le gritó el Ruiseñor—. ¡Siéntete dichoso, porque tendrás tu rosa roja! Yo la construiré con mi música, a la luz de la luna, y la teñiré con la sangre de mi corazón. Lo único que pido a cambio, es que seas un verdadero amante, porque el Amor es más sabio que la Filosofía, por muy sabia que ésta sea, y es más poderoso que la Fuerza, por muy fuerte que ella sea. Las alas del Amor son llamas de mil tonalidades, y su cuerpo es del color del fuego. Sus labios son dulces como la miel, y su aliento es como la mirra silvestre.
El Estudiante levantó la vista de la hierba y escuchó, pero no comprendió lo que decía el Ruiseñor, porque él sólo podía entender lo que estaba escrito en los libros.
En cambio, la encina comprendió y se puso a balancear muy tristemente, porque sentía un hondo cariño por el pequeño Ruiseñor que había construido el nido en sus ramajes.
—Cántame, por favor, una última canción —le susurró la encina—, porque voy a sentirme muy sola cuando te hayas ido.
Y el Ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que cae de una jarra de plata.
Cuando terminó la canción del Ruiseñor, se levantó el Estudiante y sacó del bolsillo un cuadernito y un lápiz.
—He de admitir que ese pájaro tiene estilo —se dijo a sí mismo caminando por la alameda—, eso no puede negarse; pero ¿acaso siente lo que canta? Temo que no, debe ser como tantos artistas, puro estilo y nada de sinceridad. Jamás se sacrificaría por alguien, piensa solamente en música y ya se sabe que el arte es egoísta. Sin embargo, debo reconocer que su voz da notas muy bellas. ¡Lástima que no signifiquen nada, o que no signifiquen nada importante para nadie!
Luego entró en su alcoba, y, echándose sobre su cama, comenzó de nuevo a pensar en su amor. Después de unos momentos se quedó dormido.
Cuando la luna alumbró en los cielos, el Ruiseñor voló hacia el rosal, y apoyó su pecho sobre la mayor de las espinas. Toda la noche estuvo cantando con el pecho contra la espina, y la luna fría y cristalina se inclinó para escuchar. Toda la noche estuvo cantando así apoyado, y la espina se hundía más y más en su carne y la sangre de su vida se derramaba en el rosal.
Cantó primero al nacimiento del Amor en el corazón de los adolescentes. Entonces, en la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo como canción tras canción. Al principio era pálida, como la niebla que flota sobre el río; pálida como los pies de la mañana y plateada como las alas de la aurora. La rosa que floreció en la rama más alta del rosal era como el reflejo de una rosa en un cáliz de plata, era como el reflejo de una rosa en espejo de agua.
El rosal le gritó al Ruiseñor para que apretara más su pecho contra la espina.
—¡Aprétate más, pequeño Ruiseñor —gritó el rosal—, o el día llegará antes de haber terminado de fabricar la rosa!
Y el Ruiseñor se apretó más contra la espina, y más y más creció su canto porque ahora cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un joven y de una virgen.
Y un delicado rubor comenzó a cubrir las hojas de la rosa, como el rubor que cubre las mejillas del novio cuando besa los labios de su prometida.
Pero la espina no llegaba todavía al corazón del ruiseñor, y el corazón de la rosa permanecía blanco, porque sólo la sangre de un ruiseñor puede enrojecer el corazón de una rosa.
Y el rosal le gritó al Ruiseñor para que se apretara más aún contra la espina.
—¡Aprétate más, pequeño Ruiseñor —gritó el rosal—, o llegará el día antes de haber terminado de fabricar la rosa!
Y el Ruiseñor se apretó más aún contra la espina, y la espina al fin le alcanzó el corazón. Un terrible dolor lo traspasó. Más y más amargo era el dolor, y más y más impetuosa se hacía su canción, porque ahora cantaba el Amor sublimado por la muerte, el Amor que no puede aprisionar la tumba.
Y la rosa del rosal se puso camersí como la rosa del cielo del Oriente. Su corona de pétalos era púrpura como es purpúreo el corazón de un rubí.
La voz del Ruiseñor ya desmayaba, sus alitas comenzaron a agitarse, y una nube le cayó sobre sus ojos. Su canto desmayaba más y más, y sentía que algo le obstruía la garganta.
Entonces tuvo una última explosión de música. Al oírla la luna blanca se olvidó del alba y se demoró en el horizonte. Al oírla la rosa roja tembló de éxtasis y abrió sus pétalos al frescor de la mañana. El eco llevó la canción a la caverna de las montañas, y despertó a los pastores dormidos. Luego navegó entre los juncos del río que llevaron el mensaje hasta el mar.
—¡Mira, mira —gritó el rosal—, la rosa ya está terminada!
Pero el Ruiseñor no contestó, porque estaba muerto con la espina clavada en su corazón.
Ya era eso del mediodía cuando despertó el Estudiante; abrió la ventana y miró hacia afuera.
—¡Caramba, qué maravillosa visión! —exclamó—. ¡Una rosa roja! En mi vida he visto una rosa semejante. Es tan hermosa que estoy seguro que tiene un nombre muy largo en latín.
Se inclinó por el balcón y la cortó.
En seguida se caló el sombrero, y con la rosa en la mano, corrió a la casa del profesor.
La hija del profesor estaba sentada cerca de la puerta, devanando una madeja de seda azul, con su perrito a los pies.
—Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja —exclamó el Estudiante—. Aquí tienes la rosa más roja de todo el mundo. Esta noche la prenderás sobre tu corazón y como bailaremos juntos podré decirte cuánto te amo.
Pero la jovencita frunció el ceño.
—Me temo que no va a hacer juego con mi vestido nuevo —repuso—, Y, además el sobrino del Chambelán me envió unas joyas de verdad, y todo el mundo sabe que las joyas son más caras que las flores.
—Eres una ingrata incorregible —dijo agriamente el Estudiante, y tiró con ira la rosa al suelo donde un carro la aplastó al pasar.
—¿Ingrata? —dijo la muchacha—. Yo te digo que eres un grosero. ¿Qué eres tú, después de todo? Sólo un estudiante, y ni siquiera creo que lleves hebillas de plata en los zapatos, como lo hace el sobrino del Chambelán.
Y muy altanera se metió en su casa.
—¡Qué cosa más estúpida es el Amor! —se dijo el Estudiante mientras caminaba—. No es ni la mitad de útil que la Lógica, porque no demuestra nada y le habla a uno siempre de cosas que no suceden nunca, y hace creer verdades que no son ciertas. En realidad no es nada práctico, y como en estos tiempos ser práctico es serlo todo, volveré a la Filosofía y al estudio de la Metafísica.
Y al llegar a su casa, abrió un libro lleno de polvo, y se puso a leer.

- OSCAR WILDE -

jueves, 22 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL DÍA...

CUENTO DEL GIGANTE EGOISTA







Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto.
Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos para escucharlos.-¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a otros.Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció con él durante siete años. Transcurridos los siete años, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín.-¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz agria. Y los niños salieron corriendo.-Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. -Ya es hora de que lo entendáis, y no voy a permitir que nadie mas que yo juegue en él.Entonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel:Prohibida la entrada.Los transgresores seránprocesados judicialmente.Era un gigante muy egoísta.Los pobres niños no tenían ahora donde jugar.Trataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas piedras, y no les gustó.Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado.-¡Que felices éramos allí!- se decían unos a otros.Entonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. Solo en el jardín del gigante egoísta continuaba el invierno.Los pájaros no se preocupaban de cantar en él desde que no había niños, y los árboles se olvidaban de florecer. Solo una bonita flor levantó su cabeza entre el césped, pero cuando vio el cartel se entristeció tanto, pensando en los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y se echó a dormir.Los únicos complacidos eran la Nieve y el Hielo.-La primavera se ha olvidado de este jardín- gritaban. -Podremos vivir aquí durante todo el año.La Nieve cubrió todo el césped con su manto blanco y el Hielo pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al viento del Norte a pasar una temporada con ellos, y el Viento aceptó.Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de la chimeneas.-Este es un sitio delicioso- decía. -Tendremos que invitar al Granizo a visitarnos.Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo, hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardín corriendo lo más veloz que pudo. Vestía de gris y su aliento era como el hielo.-No puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar- decía el gigante egoísta, al asomarse a la ventana y ver su jardín blanco y frío. -¡Espero que este tiempo cambiará!Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno.-Es demasiado egoísta- se dijo.Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve danzaban entre los árboles.Una mañana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una música deliciosa. Sonaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad solo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de bailar sobre su cabeza, el Viento del Norte dejó de rugir, y un delicado perfume llegó hasta él, a través de la ventana abierta.-Creo que, por fin, ha llegado la primavera- dijo el gigante; y saltando de la cama miró el exterior. ¿Qué es lo que vio?Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance de su vista, había un niño. Y los árboles se sentían tan dichosos de volver a tener consigo a los niños, que se habían cubierto de capullos y agitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los pequeños.Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped. Era una escena encantadora. Sólo en un rincón continuaba siendo invierno. Era el rincón más apartado del jardín, y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía en torno a él.-¡Sube, pequeño!- decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo.-¡Qué egoísta he sido- se dijo. -Ahora comprendo por qué la primavera no ha venido hasta aquí. Voy a colocar al pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para siempre.Estaba verdaderamente apenado por lo que había hecho.Se precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín.Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser invierno.Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó.Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con ellos.-Desde ahora, este es vuestro jardín, queridos niños- dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro. Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más hermoso de los jardines que jamás habían visto.Durante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante.-Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol?- preguntó.El gigante era a este al que más quería, porque lo había besado.-No sabemos contestaron los niños- se ha marchado.-Debéis decirle que venga mañana sin falta- dijo el gigante.Pero los niños dijeron que no sabían donde vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante se quedó muy triste.Todas las tardes, cuando terminaba la escuela, los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver. El gigante era muy bondadoso con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y a menudo hablaba de él.-¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir.Los años transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba más débil. Ya no podía tomar parte en los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su jardín.-Tengo muchas flores hermosas- decía, pero los niños son las flores más bellas.Una mañana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba el invierno, pues sabía que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores.De pronto se frotó los ojos atónito y miró y remiró. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran doradas, frutos de plata colgaban de ellas y debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto quiso.El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó cerca del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó:- ¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y las mismas señales se veían en los piececitos.-¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el gigante. -Dímelo para que pueda coger mi espada y matarle.-No- replicó el niño, pues estas son las heridas del amor.-¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas ante el pequeño.Y el niño sonrió al gigante y le dijo:-Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de capullos blancos.

miércoles, 21 de octubre de 2009

VAMOS AL POLO!!!

Hoy con los chicos de 4º grado, hemos visto un documental titulado "Planeta Tierra. Polos" muy interesante que dejó boquiabiertos a todos; tanto por la excelente calidad de imágenes como por el impacto que generaron. Parecía que casi podíamos tocar a los pingüinos Emperador y en un momento dado más de uno estornudo a causa del frío....
Aquí les mostramos la primera parte del mismo y si tienen ganas pondremos los enlances a las restantes.
Que lo disfruten!!



http://www.youtube.com/watch?v=lICMXvcWCbs
http://www.youtube.com/watch?v=dBTzJVr0Y2c
http://www.youtube.com/watch?v=p0pUk9Slxhw
http://www.youtube.com/watch?v=qNuAwPtA3GE

EL CUENTO DEL DÍA...

EL GATO DE LOS BIGOTES MáGICOS






Una tarde, al principio de verano, un niño había visto un lindo gatito en la vereda de su casa. Se sentó a su lado y empezó a acariciarle el lomo con mucho cariño. El gato empezó a hacer: "rum-rum". Notó la alegría del gato y observó que sus bigotes se iban poniendo cada vez más duritos como si fueran de alambre casi.

De repente el chiquito tenía unas ganas bárbaras de tomar un rico helado, se quedó pensando en voz alta qué helado le gustaría, y con qué ganas se lo comería. No bien acabó de pensar eso, oyó una campana y alguien diciendo:

Heeeladerooooooooo...

Lo vio aparecer en su tricicleta con techo para el sol, el niño no podía creer sus ojos. ¡Qué pena que no tengo ninguna monedita! ... dijo. Al terminar de decirlo, sintió en el bolsillo de su pantalón cómo iban cayendo dentro unas moneditas. ¡Qué alegre se puso!

Señor, señor ... llamó al heladero, quiero un helado de chocolate y limón, por favor, le pidió muy atolondradamente. Bueno, bueno, calma que no voy a desaparecer, aquí tienes, son cinco moneditas ... le dijo el heladero. Puso una al lado de la otra las cinco moneditas, diciéndole gracias se fue muy contento hacia donde estaba el gato.

Comió su helado al lado del minino, hasta que la campana de la iglesia le avisó que era hora de ir a su casa, le dio una última caricia y un besito al gato antes de correr hacia su casa.

Enseguida apareció otro niño, con las manos en los bolsillos y refunfuñando al caminar. Al ver al gato se lo quedó mirando, pero alguna cosa mágica hizo que se agachara a acariciarle la espalda. Cuando empezó a sentir el ronroneo del gato pensó en voz alta:

¡Todo me sale mal!, estoy harto de hacer los deberes y que me quedan todos borroneados, las sumás no me salen nunca, me quedo dormido con el libro de lecturas, y la señorita esta siempre enojada conmigo. ¡Ufa!

Al gatito se le empezaron a endurecer los bigotes y el niño poco a poco comenzaron a llegarle canciones de cuentas:

2 + 2 = 4

4 + 2 = 6

6 + 2 = 8

8 + 8 = 16

Miró al gatito, que ya casi tenía normal los bigotes, y le dio un besito, y se fue a su casa, a terminar de hacer los deberes, cantando sumás en un trote alegre y feliz.

Poco le duró esta satisfacción al gatito, porque venía otro niño con mucho mal humor, pateando una lata hasta que sin darse cuenta la lata terminó cayendo en el rabo del gato, y éste dio un terrible MIAAAAAU...

El niño se asustó, y pasó de espaldas pegado al cerco, tratando de no acercarse al gato. El gato miró derechito a los ojos del niño, y de una manera muy gatuna le dijo que no era un gato malo, solo que esa era la única manera que podía decir ¡Ay! y que le hicieran caso. El niño se fue agachando poco a poco, estiró su mano en dirección al gato, el gatito vino a olerle las puntas de los dedos y cuando acabara de hacerlo, le hizo una caricia entre las orejas. Después hasta la espalda y muy suavecito le acarició el rabo como para componer el latazo que le había dado. El gato se había sentado muy recto con las manitos muy juntas y perfectamente simétricas. El ronroneo era más fuerte todavía porque ahora tenía que devolver el buen humor al chiquitín. Los bigotes fueron muy despacio haciéndose mágicos, tan despacio que nadie se dio cuenta.

Lo primero fue un gran suspiro, y después todo tenía otro COLOR, las cosas parecían más lindas y los árboles más verdes, el niño sonreía ahora. Un poco más allí vio el monopatín de su amigo, decidió que mejor lo llevaba y de paso traería a su amigo para mostrarle al gato.

El gato estaba ya algo cansado de tanta magia, y con la cantidad de niños que habían en ese barrio no pararía ni en una semana, así que ¡hop! trepó al árbol más cercano y se puso a descansar.

Como a la hora de aquéllo, llegaron todos los amiguitos del gato, más el dueño del monopatín, cada cual se puso a contar su historia del gato, y todos estaban encantados, el del helado estaba feliz, el de los deberes pudo hacerlos todos sin problemas, y el del mal humor estaba chistoso y alegre, pero, claro ¿dónde estaba el gato? se preguntaron todos. El dueño del monopatín miró hacia arriba y allí lo descubrió, al gato de los bigotes mágicos.

martes, 20 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL DÍA...

Cada día compartiremos con uds un cuentito muy bonito. Hoy es la gran inauguración y nuestro invitado es......EL GRILLO GORDILLO!!!
Espero les guste.




Gregorio salió al jardín para recoger las hojas que caen en otoño. Cogió un rastrillo y agrupó las hojas en un montón muy grande. Limpió la gardenia de ramas secas y regó las plantas que estaban a punto de germinar. Gregorio se encontraba muy alegre porque le agradaban mucho los campos y la agricultura, por eso, de mayor, quería ser guardabosques. El día era gris, como casi siempre en otoño, y pronto comenzó a llover. Gregorio se guarneció debajo de un árbol muy gordo para protegerse de la lluvia.

-¡Oh! ¿Qué es esto?- se preguntó el niño.

En el tronco grueso y gordo del árbol había una grieta bastante grande. Gregorio asomó la cabeza y descubrió una gruta gris y tenebrosa.

¿Sería la guarida de un animal peligroso? ¿Sería una gruta mágica o sería, simplemente, una grieta de árbol viejo?

Gregorio no lo sabía y decidió averiguarlo. Con la garganta seca por los nervios y un sabor amargo en la boca, penetró en la gruta.

-¡Hola!- dijo una voz.

-¡Ah!- gritó Gregorio aterrorizado.- ¿Quién es?- preguntó con un gorgorito en la voz.

-Soy yo- respondió alguien desde el suelo.

Gregorio bajó la cabeza y descubrió a un grillo negro muy serio sentado sobre un
garbanzo.

-Soy el grillo Gordillo, el guardián de la gruta del árbol mágico. Por ser bueno y recoger las hojas del jardín puedo concederte dos deseos.

Gregorio estaba encantado. Un grillo mago, llamado Gordillo, iba a concederle dos deseos. ¡Era genial!

-¡Quiero ser mayor!- exclamó sin dudarlo un segundo.

El grillo Gordillo que seguía sentado, muy grave, sobre el garbanzo, dio unos pases mágicos y sucedió el prodigio.

Gregorio comenzó a agrandarse y agrandarse hasta que quedó completamente pegado a las paredes de la gruta.

-¡Socorro! ¡No me puedo mover!

El grillo Gordillo había cumplido lo acordado y había hecho a Gregorio tan mayor que era tan grande como el tronco de árbol y no cabía por la grieta. ¡Nunca podría abandonar la gruta mágica!

-¡Por favor!- suplicó- ¡Quiero volver a ser pequeño!

El grillo, con un gesto muy gracioso, realizó los pases mágicos adecuados y Gregorio encogió hasta volver a ser el mismo de siempre.

-¡Muchas gracias!- dijo Gregorio aliviado.

-Siento no poder concederte más deseos. Quizás si vuelves mañana...

Gregorio le agradeció mucho su buena intención y abandonó a toda prisa la gruta. Estaba claro que el grillo Gordillo era un malísimo mago. Pero, aún así, Gregorio decidió pensar toda la noche el deseo y regresar a la mañana siguiente.

¡A ver si tenía más suerte!

lunes, 19 de octubre de 2009

miércoles, 3 de junio de 2009

Había una vez.......

Hemos disfrutado de una tarde maravillosa de cuentos y más cuentos...Los chicos nos sorprendieron con sus mentes viajantes, las cuales nos llevaron por un sinfín de mundos; desde unos enamorados a la sombra de un árbol, hasta otras más impredecibles como la que los aguarda al final de esta nota.

Nuetra querida narradora, Alejandra, conquistó de a poco la atención de estos pequeños inquietos; con brujas y caballeros, con abuelas y globos, con piratas y patas de palo; fuimos, venimos, subimos, bajamos; pero al final aterrizamos en la biblioteca con las manos llenas de historias para compartir con uds...











Aqui encontramos in fraganti a tres en pleno vuelo, me pregunto por donde andarán?...hicimos un concurso para averiguarlo...la explicación ganadora fué......"Son los Tres Mosqueteros, pero no sabemos en que lugar de Francia están!"


Al ver esta imagen, me vino a la mente....¿cuando terminan de leer, creeran por unos minutos que aún siguen en el cuento?.....o lo creeran siempre?
Y así continuamos navegando de una imágen, que según algunos es un mundo, a otra; pasando de un marinero a un capitán y de un villano a un héroe, hasta que finalmente llegamos a algún sitio, tan solo para partir nuevamente...
La siguiente foto intenta decirnos algo de eso..







Buscar es algo que nunca nos deja con las manos vacías, y aquellos que anide en nuestras manos, promete también hacer nido en nuestro corazón. Les aseguro que comprender, leer y compartir, es una de las pocas aventuras en la vida que jamas terminarán. Comparto con uds algunos pensamientos acerca de aquello que nunca dejamos de hacer....buscar.


"Buscad leyendo y hallaréis meditando."
San Juan De La Cruz

"No hay nada tan difícil, que buscándolo, no pueda encontrarse."
Terencio

"Yo no busco; yo encuentro" (digna de meditación)
Pablo Picasso











Finalizamos con este hermoso poema de un chico muy especial y talentoso, del cual esperamos que nunca abandone sus dones. Felicitaciones Kevin!!


Les recordamos que pueden dejarnos sus opiniones. Ojalá tengamos muchas para leer...!








El árbol de lilas


El árbol de lilas no es un árbol cualquiera
Es un árbol especial, ¿especial por qué?
No hace falta decirlo, con verlo es suficiente
Mira sus flores..,están cubiertas de bichos lilas,
en realidad, ese árbol es transparente
Los animales o bichos que mueran cerca del árbol,
su alma hace que se vea el árbol,
el árbol hace que todo tipo de animal o bicho sea lila
Este árbol era un ángel que no podía subir a los cielos
......por que era lila
Una vez el ángel vió una semilla y se plantó en ella
Pasaron los días y el árbol creció, pero no se veía.
Así que pensó que podía poner cualquier alma colocada en ella
y así subió a los cielos transparente.









Kevin Dan Zanetti

miércoles, 6 de mayo de 2009

Mario Mendez nos ha visitado!!!




Son gratos esos momentos en los que la alegría y la fantasía es lo único existente a nuestro alrededor, instantes que desean no cesar jamás, pues aquellos, como nosotros, añoran vivir por siempre,...tanto, que no recuerdan esa añoranza y terminan disfrutando de la vida sin pensar en nada mas. De todo esto nos pueden hablar los chicos que aquel día, pudieron, con especial compañia; volar, soñar.....vivir plenamente con aquel que es el artífice de tan bellos mundos...de aquel peter pan que de su mano los lleva directo hasta el amanecer..

De parte de toda la escuela 15, te agradecemos Mario por esas maravillas!...y ojalá pronto volvamos a oirte..

A continuación compartiremos con ustedes algunos instantes que lograron escapar de lo efímero.